Sin embargo, fue el trabajo pionero de Liebig en la química agrícola lo que verdaderamente revolucionó las prácticas agrícolas. A mediados del siglo XIX, Europa enfrentaba una crisis en la productividad agrícola debido a la degradación del suelo. Liebig reconoció la importancia del nitrógeno como un nutriente esencial para el crecimiento de las plantas y formuló el concepto de fertilizantes minerales. Su desarrollo de fertilizantes a base de nitrógeno, como el sulfato de amonio, el nitrato de amonio y el sulfato de potasio, marcó un punto de inflexión en la historia agrícola. Estos fertilizantes reponían los nutrientes del suelo, lo que llevó a un aumento en los rendimientos de los cultivos y a una mejora en la seguridad alimentaria.

Las ideas de Liebig sobre la química agrícola también se extendieron a su investigación sobre la nutrición de las plantas. Realizó experimentos para comprender las necesidades nutricionales específicas de las plantas, enfatizando la importancia de elementos esenciales como el nitrógeno, el fósforo y el potasio. Su investigación sentó las bases para las prácticas agrícolas modernas, incluida la formulación de fertilizantes equilibrados adaptados para satisfacer las necesidades específicas de diferentes cultivos.